domingo, 12 de abril de 2015

Del gimnasio al súper sin pasar por el vestuario

¡Hola Chic@s! Hoy vengo peleona (pero como siempre de buen rollo, que este blog es para pasárselo bien) porque he tenido que posponer algunos temas que quería tratar para compartir con vosotros algo que vengo observando hace tiempo y parece que va para largo. Pero antes dejadme desahogar con un grito de: ¿PERO ES QUE EL MUNDO ESTÁ AL REVÉS Y YO NO ME HE ENTERADO AÚN? Porque de lo que os quiero hablar es de esta maldita “moda” de coger las prendas de vestir y el calzado de un corredor de fondo o un senderista y ponérselo como lo último que ha desfilado por la pasarela de París. A ver, las sudaderas y las zapatillas de deporte han sido de toda la vida mis aliados más fieles en mi armario. ¿Qué haría yo si un día me levantara y en vez de unos jeans, mis Converse y una sudadera talla XL me encontrara un vestido, una camisa, una falda o unos zapatos de tacón de diez centímetros? ¡No sabría dónde meterme! Si ya es difícil encontrar tu sitio en una sociedad tan variable y con tantos prejuicios, imagínate cuando no sabes distinguir a una adolescente de mi madre o de la abuelita del entresuelo, que siempre viste de luto riguroso con su andador pero que ahora le ha dado por calzarse unas bambas del color del arco iris que le han costado la friolera de setenta a ciento cincuenta euros. ¡Pobre mujer! Si aún habrá venido la nuera o la hija y la habrán convencido que son mucho más cómodas que sus pantuflas de toda la vida… 




Porque así es como viste ahora todo el mundo. Atrás han quedado los sueños de muchas chicas y mujeres por tener unos Louboutin, Jimmy Choo, Prada, Stuart Weitzman o los Hangisi de Manolo Blahnik con los que Mr. Big pide matrimonio a Carrie en Sexo en Nueva York (sí, fui fan de la serie y aprendí unas cosillas sobre moda aunque nunca las haya llevado a la práctica). No, ahora se lleva el estilo de los corredores de ultra-trail Kilian Jornet o Nuria Picas; la de los runners Kenenisa Bekele, Martin Fiz o nuestro querido Abel Antón; de las leyendas del skate Tony Hawk o Chris Cole; y los grandes de la NBA de los ’90 como Magic Johnson o Larry Bird. Y lo peor de todo esto es que seguro que la mayoría desconocen los nombres que he mencionado pero sí saben cuales son el último modelo que ha sacado Asics, Salomon, Reebook, Nike, Adidas, Converse, Vans o John Smith. Marcas todas ellas que siempre se han atribuido a deportistas o en el caso de las tres últimas a los “raritos” que vestimos siempre con bambas. Pero si hasta recuerdo que Dani Martín cantaba algo de “no poder entrar en un garito con zapatillas”. O que me decís de nuestros personajes femeninos en literatura y cine que interpretan al patito feo del instituto, de la familia o el trabajo porque no visten con los estereotipos marcados por una revista. Y ahora resulta que hemos reciclado el look del chándal con tacones de la Jurado y la Pantoja y lo hemos convertido en lo más cool del momento. O le hemos dado la patada a la Spice Girl pija, la provocadora, la dulce y la picante para darle por fin protagonismo a la deportista Mel C.


                                       

¡Ay! ¿Dónde iremos a parar? Y creedme que no estoy exagerando porque como decía al principio, es algo que vengo constatando desde hace tiempo. Sin ir más lejos, ayer al salir a tomar un café vi como una pareja de unos cincuenta años iban paseando cogidos de la mano aunque no muy acaramelados –qué lástima- y mis ojos no pudieron evitar fijarse en que algo no cuadraba en la escena. Pues los dos iban impecables con sus mudas de paseos, bien peinados y muy maquillada ella pero ésta acompañaba su atuendo de camisa con traje chaqueta y medias con un fino estampado ¡con unas bambas de colores fluorescentes! ¿Y las bailarinas o manoletinas, unos zapatos de salón, los peep toes o unas sandalias? ¡Yo qué sé! Todo menos eso, por favor.

Y entendedme. Siempre he estado a favor de que cada uno vista y haga con su vida lo que quiera. Yo fui la primera que probé de todo en ropa hasta conseguir sentirme a gusto conmigo misma. Fui pija, hippie, modosita, heavy, gótica y hasta una mezcla explosiva de colores y tejidos que ni yo sabía cómo denominar. Pero esto es algo impuesto como moda que una vez pase, a los que sí hemos vestido así siempre, nos volverán a poner en el saco de “fuera de onda” como la película con el mismo nombre de Alicia Silverston (Clueless, 1995) y nos darán ganas de recordarles a todas esas personas esclavas de lo que está “in”, que hubo un tiempo en que estuvo bien visto salir con las amigas a tomar una copa con unos leggins y unas botas de montaña porque todo el mundo lo hacía, pero que nosotr@s lo hacemos libremente porque es nuestra decisión basada en un estilo de vida y una manera de ser coherente con nuestra moral. 



¡Nos leemos en el próximo post! ;)

1 comentario:

  1. A mí me encanta ir cómoda y me da igual no llevar unos zapatos que vayan a juego.
    Besos :*

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