¡Hola Chic@s! Hoy vengo
peleona (pero como siempre de buen rollo, que este blog es para pasárselo bien) porque he tenido que posponer algunos temas que quería tratar para compartir
con vosotros algo que vengo observando hace tiempo y parece que va para largo.
Pero antes dejadme desahogar con un grito de: ¿PERO ES QUE EL MUNDO ESTÁ AL
REVÉS Y YO NO ME HE ENTERADO AÚN? Porque de lo que os quiero hablar es de esta
maldita “moda” de coger las prendas de vestir y el calzado de un corredor de
fondo o un senderista y ponérselo como lo último que ha desfilado por la
pasarela de París. A ver, las sudaderas y las zapatillas de deporte han sido de
toda la vida mis aliados más fieles en mi armario. ¿Qué haría yo si un día me
levantara y en vez de unos jeans, mis Converse y una sudadera talla XL me
encontrara un vestido, una camisa, una falda o unos zapatos de tacón de diez
centímetros? ¡No sabría dónde meterme! Si ya es difícil encontrar tu sitio en
una sociedad tan variable y con tantos prejuicios, imagínate cuando no sabes
distinguir a una adolescente de mi madre o de la abuelita del entresuelo, que
siempre viste de luto riguroso con su andador pero que ahora le ha dado por
calzarse unas bambas del color del arco iris que le han costado la friolera de
setenta a ciento cincuenta euros. ¡Pobre mujer! Si aún habrá venido la nuera o
la hija y la habrán convencido que son mucho más cómodas que sus pantuflas de
toda la vida…
Porque así es como viste ahora todo el mundo. Atrás han quedado
los sueños de muchas chicas y mujeres por tener unos Louboutin, Jimmy Choo,
Prada, Stuart Weitzman o los Hangisi de Manolo Blahnik con los que Mr. Big pide
matrimonio a Carrie en Sexo en Nueva York (sí, fui fan de la serie y aprendí
unas cosillas sobre moda aunque nunca las haya llevado a la práctica). No,
ahora se lleva el estilo de los corredores de ultra-trail Kilian Jornet o Nuria
Picas; la de los runners Kenenisa Bekele, Martin Fiz o nuestro querido Abel
Antón; de las leyendas del skate Tony Hawk o Chris Cole; y los grandes de la
NBA de los ’90 como Magic Johnson o Larry Bird. Y lo peor de todo esto es que
seguro que la mayoría desconocen los nombres que he mencionado pero sí saben
cuales son el último modelo que ha sacado Asics, Salomon, Reebook, Nike,
Adidas, Converse, Vans o John Smith. Marcas todas ellas que siempre se han
atribuido a deportistas o en el caso de las tres últimas a los “raritos” que
vestimos siempre con bambas. Pero si hasta recuerdo que Dani Martín cantaba
algo de “no poder entrar en un garito con zapatillas”. O que me decís de
nuestros personajes femeninos en literatura y cine que interpretan al patito
feo del instituto, de la familia o el trabajo porque no visten con los
estereotipos marcados por una revista. Y ahora resulta que hemos
reciclado el look del chándal con tacones de la Jurado y la Pantoja y lo hemos
convertido en lo más cool del momento. O le hemos dado la patada a la Spice
Girl pija, la provocadora, la dulce y la picante para darle por fin
protagonismo a la deportista Mel C.
¡Ay! ¿Dónde iremos a
parar? Y creedme que no estoy exagerando porque como decía al principio, es
algo que vengo constatando desde hace tiempo. Sin ir más lejos, ayer al salir a
tomar un café vi como una pareja de unos cincuenta años iban paseando
cogidos de la mano aunque no muy acaramelados –qué lástima- y mis ojos no pudieron evitar fijarse en que algo no cuadraba en la escena. Pues los dos iban
impecables con sus mudas de paseos, bien peinados y muy maquillada ella pero
ésta acompañaba su atuendo de camisa con traje chaqueta y medias con un fino
estampado ¡con unas bambas de colores fluorescentes! ¿Y las bailarinas o
manoletinas, unos zapatos de salón, los peep toes o unas sandalias? ¡Yo qué sé!
Todo menos eso, por favor.
Y entendedme. Siempre he
estado a favor de que cada uno vista y haga con su vida lo que quiera. Yo fui
la primera que probé de todo en ropa hasta conseguir sentirme a gusto conmigo
misma. Fui pija, hippie, modosita, heavy, gótica y hasta una mezcla explosiva
de colores y tejidos que ni yo sabía cómo denominar. Pero esto es algo impuesto
como moda que una vez pase, a los que sí hemos vestido así siempre, nos
volverán a poner en el saco de “fuera de onda” como la película con el mismo
nombre de Alicia Silverston (Clueless, 1995) y nos darán ganas de recordarles a
todas esas personas esclavas de lo que está “in”, que hubo un tiempo en que
estuvo bien visto salir con las amigas a tomar una copa con unos leggins y unas
botas de montaña porque todo el mundo lo hacía, pero que nosotr@s lo hacemos
libremente porque es nuestra decisión basada en un estilo de vida y una manera
de ser coherente con nuestra moral.
¡Nos leemos en el próximo post! ;)
A mí me encanta ir cómoda y me da igual no llevar unos zapatos que vayan a juego.
ResponderEliminarBesos :*