Que las
tecnologías se han adueñado de nuestras vidas y no podemos vivir sin ellas es
un hecho más que constatado y sería una necia si no me incluyera en el grupo de
personas que le gusta conectarse a su página de Facebook, su perfil de Twitter
o subir fotos a Instagram. El móvil, la tablet o el portátil son prolongaciones
de nuestras extremidades. Si es más, estamos en la semana del Mobile World
Congress en Barcelona y la ciudad (y el mundo entero) está postrada a sus pies.
Y ya
sabemos también que la mala costumbre de ir mirando constantemente la pantalla
causa accidentes, nos deshumaniza y nuestras relaciones personales se
resienten. Incluso, ¿quién no ha sufrido algún golpe o “atropello” mientras vas caminando o bajando las
escaleras del metro por culpa de no mirar por donde vamos? Yo evito hacerlo a
toda costa pero no puedo negar rotundamente que no lo haya hecho alguna vez,
sobre todo cuando me enfado y necesito ponerlo en conocimiento de mi pareja de
inmediato esté donde esté para que me tranquilice.
Pero
nuestra deshumanización, falta de respeto, invasión del espacio personal va más
allá de un móvil, una tablet o una consola de bolsillo. De la misma manera que
se ha perdido la costumbre de decir las tres palabras mágicas: “Por favor”,
“Gracias” y “Perdón” ya no sabemos comportarnos en sociedad. Aunque vivo en un
pueblo a unos 20 kilómetros de Barcelona, he trabajado en la ciudad (y para más
inri de cara al público) y sé de primera mano lo que es coger el tren y el metro
en hora punta y que una horda de gente estresada, somnolienta y cabreada con su
jefe/marido/mujer/hijos/profesor/amante te golpee, insulte, empuje entre otras
lindeces como si no hubiera un mañana y el mundo fuero solo de ellos y para
ellos. Cosa que me enfurece muchísimo y hace que el hecho de ser previsora
siempre y salir con tiempo de sobra con antelación para evitar cualquier
contratiempo y que acabe como esos energúmenos, se vaya al traste y tenga que
para y respirar 10 veces seguidas antes de continuar.
Así que
imaginaros el cabreo que me supone una situación como la que os relato a
continuación. Como no tengo trabajo mi rutina diaria es bastante aburrida. Me
levanto, desayuno, saco a pasear a mi peludito, me pongo al día con los
portales de trabajo y la casa y poco más. Mis momentos de lectura y ejercicio
físico son mis válvulas de escape y les doy mucha importancia ya que hay que
disponer de tiempo para uno mismo. Pues bien, aprovechando que estamos teniendo
más días de sol que de frío, me gusta salir a tomar un café en alguna terraza
con el libro que estoy leyendo en ese momento y mi bloc de notas (porque nunca
se sabe cuando puedes tener una buena idea). Sabiendo que mi pueblo es bastante
escandaloso ya intento ir a las horas de menos ajetreo pero si tengo que ir a
la biblioteca o a comprar suele ser en horario de más concurrencia de gente. Y
como no llevo prisas por estar desempleada y no tener hijos, aprovecho para
hacer un descanso entre encargos y que me toque un poco el aire. En fin, ayer
salgo para hacer unos encargos y diviso una mesa en un rincón al solecito ideal
para mí y me dispongo a saborear de mi momento. Pero en un abrir y cerrar de
ojos me veo acorralada por tres mujeres con dos cochecitos de bebé y cuatro
niños de unos seis o siete años gritándose entre si. Hay sitio de sobra para
todos en la cafetería pero ellas se aposentan tan plácidamente en sus sillas
sin dejar de parlotear sin mirar que detrás hay una persona sentada. Ocupan
mucho más espacio de lo que debieran y los niños siguen gritando, se me echan
encima o se apoyan en los reposa brazos de la silla vacía que hay frente a mí
con mi chaqueta y mi bolso. Y no hacen nada al respecto. Incluso la camarera
tiene que repetirles tres veces qué van a tomar. Y yo, ¿qué hago? Pues nada.
Porque soy tan ingenua que creo que tarde o temprano se darán cuenta y se
disculparan o llamaran la atención de sus hijos. Pero transcurren los minutos y
como no me gustan las confrontaciones, me levanto, pago mi consumición y me
voy. Adiós a mi momento.
Desafortunadamente
esta no es la única situación incómoda que he vivido de estas características.
Cuando estás en una cola, comprando, lo que sea, hay personas que invaden tu
espacio personal y me molesta. No soy una persona muy afectuosa en el sentido de
dar abrazos y esas cosas, nunca lo he sido, así que sentir a una persona que ni
tan siquiera conoces tan cerca me produce malestar. Entiendo que son
situaciones inevitables en los casos que he mencionado antes de transporte
público saturado o un concierto, un parque de atracciones, etc. Pero que se te
echen encima, notar un brazo por encima de tu cabeza en el mostrador de una
tienda porque la persona que va detrás de ti dice tener prisa y cosas así ya
son desproporcionadas. Vamos con prisas, no miramos por donde caminamos ni si
hay gente alrededor.
Sinceramente
es una lástima que actos tan cotidianos como salir a dar un paseo, hacer la
compra o tomar una taza de café se haya convertido en una odisea y en vez de
relajarte te cargue la musculatura aún más de lo que ya la tenías.
Nos
leemos en el próximo post.
Hola! que razón tienes... ya no se respeta nada... un tiempo me dio por salir fuera y aprovechar y trabajar o leer en algún sitio publico... y es horrible, ya no solo por el ruido, el viento si no la gente, que te mira con cara rara, te dice cosas... o no tienen ningun respeto por nada... creo que por eso mi momento favorito de leer es la noche, cuando prácticamente esta todo en silencio =)
ResponderEliminarSaludos!
¡Hola! Exacto, no hay respeto por los demás. Y yo también he visto caras raras por estar sola leyendo o escribiendo pero ya me da igual. Pero que invadan mi espacio me saca de mis casillas. Haces bien en leer de noche.
EliminarBesos ;)
Tienes una razón tremenda! Me ha encantado el post
ResponderEliminarEspero tu opinión en mi último post!
Gracias Aitana. En cuanto pueda me paso por tu blog y comento.
EliminarSaludos ;)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe ha gustado tu post, es cierto que cada vez hay menos respeto por el otro, menos educación ni nada parecido, pero allá cada cuál como quiera ser.
ResponderEliminarYo sigo diciendo buenos días y adiós cuando entro y me voy de los sitios. Y me encanta hacerlo.
Un saludo
Hola Conxita,
EliminarEfectivamente es increíble como se ha perdido todo el respeto. Y al igual que tú yo sigo siendo educada y civilizada ante semejantes conductas. Así es como me educaron y como siento que debo comportarme.
Un saludo ;)
Cuánta razón llevas. Hay muchos padres que dejan a sus hijos sin pensar si está molestando o no a otras personas. Yo trabajo con niños y veo cada cosa que filosa.
ResponderEliminarBesitos :-*
Sí, Anabel. A mí me gustan los niños y mientras estudiaba en la universidad trabajé como monitora en comedores escolares, ludotecas y colonias de verano y me di cuenta que conmigo y mis compañeros se portaban bastante bien. Pero sus padres no les hacían mucho caso. Una pena. :(
EliminarCuánta razón llevas. Hay muchos padres que dejan a sus hijos sin pensar si está molestando o no a otras personas. Yo trabajo con niños y veo cada cosa que filosa.
ResponderEliminarBesitos :-*