Acabo de darme otra vez
el tinte y no por gusto precisamente sino para taparme las canas. ¡¡Si todavía
no he llegado a los cuarenta!! Ay, con lo que había llorado y pataleado
suplicando a mis padres que me dejaran teñirme el pelo de color rosa, azul o
morado. Pero de su boca solo salía un NO rotundo y “que no se vuelva hablar del
tema o aún te quedarás sin salir el fin de semana”. Y ahora lloro y pataleo
cada vez que veo un pelito blanco asomando en las sienes… Snif, snif!! Esta
parte resulta un coñazo y un lastre para mantener a la chica que hay en mí.
Y pensar que muchas de
vosotras lo hacéis por gusto. ¡¡Estáis locas!! Ja, ja ;)
En cambio lo de las
arrugas parece que lo lleve mejor. Qué cosas. De momento son “signos de
expresión” gracias a que las mujeres de mi familia tenemos muy buenos genes al
respecto. Y una abuela muy presumida que me enseñó ya de jovencita los secretos
de una buena higiene facial aunque no usara maquillaje. Sabios consejos los de
una mujer mayor que también se ha sentido una chica toda su vida.
Y esta última reflexión
me recuerda a mis últimas lecturas en las que la mayoría de protagonistas eran
mujeres maduras o mayores pero con un espíritu muy risueño.
La primera de ellas es
Kate Salomon de “La boda de Kate” de Marta Rivera de la
Cruz. La señorita Salomon es una encantadora mujer de 71 años
originaria de Inglaterra pero afincada en la población de Ribanova, donde comparte casa con sus dos
mejores amigas Anna Livia y Shirley. Dueña de una librería y heredera de las
novelas póstumas de su tío Bertie, se reencontrará con el amor de su vida,
Forster Smith, a esta tardía edad para volver a vivir como una joven toda la
planificación que supone su boda inminente, rodeada de los personajes más
variopintos que la llevarán a descubrir lo joven que aún se siente y descubrir
sorpresas que llegados a los setenta una cree no poder volver a vivir.
La segunda es “La felicidad es un té contigo” de Mamen Sánchez.
De todos los personajes que pueblan sus páginas, que no son pocos, me quedo con
Berta Quiñones, “cabecilla” de la revista Librarte; la abuela Remedios, una
entrañable gitana granadina que es más lista que el hambre.
Y por último, “La vida después” también de Marta Rivera de la Cruz. Aquí es
Victoria Suárez de Castro, que ya supera la cuarentena, quién nos da una
lección de amistad y lealtad aunque por el camino tenga que lidiar con
conflictos relacionados con los celos, la envidia y los prejuicios que la misma
sociedad causa cuando una mujer y un hombre declaran ser solo amigos.
Ya veis que no soy de las
que hace reseñas de libros al uso. Prefiero dar una pequeña pincelada y
remarcar lo que más me ha gustado del libro para dejar que seáis vosotr@s quién
acabéis dando vuestro veredicto final.
¡¡Que tengáis un buen
día!! Y recordad:
"No leas para dormir; lee para soñar".
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