lunes, 23 de febrero de 2015

Una princesa gótica

Ya sé que es un topicazo pero, que difícil es afrontar el lunes para la mayoría de los mortales. Porque aunque os resignéis a creerlo, hay una parte de la población que es inmune al fatídico primer día de la semana. Debe ser genial…

Tanto si trabajas como si no, se hace cuesta arriba levantarte y encarar toda la semana que tienes por delante. Cuando estás en activo llegas a tu puesto de trabajo en estado catatónico aunque ya te hayas tomado el primer café de la mañana. Por cierto, a la hora que es, ¿Cuántos lleváis ya en el cuerpo? Pues yo ahora que lo pienso todavía ninguno. Nada más saltar de la cama no me sienta bien y después me he liado con lo de buscar trabajo y pasear al perro y aquí me tenéis dándole al teclado sin haberlo probado aún. Hay que poner remedio. Voy a darle a la Nespresso mientras sigo divagando aquí con vosotr@s. ¡¡Un momento!!




¡¡Ya estoy aquí con mi tacita de café!! Que se va a juntar con el de después de comer pero como los tomo descafeinados supongo que no hay problema.

Por donde iba… A sí, que cuando llegas el lunes al trabajo por mucha cafeína que lleves en la sangre tu cara es de “ya estamos otra vez aquí; con lo bien que me lo he pasado este fin de semana y que poco dura”. Y si no trabajas, te levantas con la sensación de no estar haciendo nada con tu vida y suplicando para que, antes de que termine la semana, te llamen para alguna entrevista de trabajo aunque después no vuelvas a saber de ellos pero acallando tu conciencia de que tú ya lo has intentado y que la próxima vez será. Pero la realidad es que la cuenta corriente va menguando y la sensación de “complejo de Cenicienta” por estar todo el día en casa haciendo tareas del hogar va in crescendo hasta límites inaguantables. Aunque sinceramente yo no soy muy Cenicienta porque si vierais como andan a sus anchas las bolas de pelusa allá donde mire…

Pero dejemos ya al lunes tranquilo que total ya hemos pasado mediodía y ya le falta menos para que acabe.

Ayer os contaba acerca del hecho de que mi vida se rige por unas pautas que no son las convencionales. Y es raro que no haya acabado siendo un prototipo más del que reniego. Pues siempre me educaron con mano dura tanto en casa como en el colegio. Mis padres no me dejaban pasar ni una y mi madre me vestía como a una princesita de cuento de hadas. Ya sabéis, vestiditos con lazo, zapatos de charol lustrosos, calcetines bordados, coletas de caballo, trenzas y todo eso. Y, ¡¡pobre de mí que me despeinara o echara a perder el vestido o los zapatos ensuciándome como cualquier niño normal que se tiraba por el suelo para jugar con las canicas, saltar a la comba o hacer “pasteles” con barro!! Era como los maniquís de las tiendas.
¡¡Y colegio fue peor!! De los tres a los cinco años fui a una escuela de monjas. No haré más comentarios. Ahí lo dejo. Y después me pasé doce años en un colegio privado que, aunque me dio una muy buena base educativa, para mi gusto fomentaban demasiado la competitividad entre sus alumnos y los profesores eran como tus segundos padres. Como si no tuvieras suficiente con los tuyos… Y después vino la etapa universitaria donde las amigas que hice también seguían el patrón estudiar para llegar a ser alguien en la vida, casarse y tener hijos.

Pero yo ya despuntaba maneras de pequeña. Por muy controlada que estaba mi vida por mis padres y la escuela, mi cabeza estaba en otro sitio y mi imaginación era desbordante. Eso me ayudo a escapar de lo convencional y me transformó en una niña un poco rarita frente a las demás. Me encantaba la Bruja Avería, sentía pasión por todo lo mágico y siniestro (ninfas, hadas, brujas, vampiros, fantasmas…) y me encantaban las canciones del género rock. Podría haber sido una princesita como mi madre quería, pero una princesita gótica. Una especie de Avril Lavigne o Amy Lee de Evanescence adelantada a su tiempo.
¡¡Y lo conseguí!! Con el tiempo, en la adolescencia, pude experimentar y coquetear con toda clase de estilos. Des del look hippie pasando por el heavy y el más melancólico gótico. Fue una etapa estupenda en la que la chica que empezaba a hacerse mayor por fin dejo de sentirse rara y disfrutó todo lo que pudo de la experiencia.

Mmmmm… El hambre empieza a apretar así que vamos a ver que hay de comer y luego quizá le demos más caña al teclado.

Enjoy your meal ;)



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