Ya sé que es un topicazo
pero, que difícil es afrontar el lunes para la mayoría de los mortales. Porque
aunque os resignéis a creerlo, hay una parte de la población que es inmune al
fatídico primer día de la semana. Debe ser genial…
Tanto si trabajas como si
no, se hace cuesta arriba levantarte y encarar toda la semana que tienes por
delante. Cuando estás en activo llegas a tu puesto de trabajo en estado
catatónico aunque ya te hayas tomado el primer café de la mañana. Por cierto, a
la hora que es, ¿Cuántos lleváis ya en el cuerpo? Pues yo ahora que lo pienso
todavía ninguno. Nada más saltar de la cama no me sienta bien y después me he
liado con lo de buscar trabajo y pasear al perro y aquí me tenéis dándole al
teclado sin haberlo probado aún. Hay que poner remedio. Voy a darle a la
Nespresso mientras sigo divagando aquí con vosotr@s. ¡¡Un momento!!
¡¡Ya estoy aquí con mi
tacita de café!! Que se va a juntar con el de después de comer pero como los
tomo descafeinados supongo que no hay problema.
Por donde iba… A sí, que
cuando llegas el lunes al trabajo por mucha cafeína que lleves en la sangre tu
cara es de “ya estamos otra vez aquí; con lo bien que me lo he pasado este fin
de semana y que poco dura”. Y si no trabajas, te levantas con la sensación de
no estar haciendo nada con tu vida y suplicando para que, antes de que termine
la semana, te llamen para alguna entrevista de trabajo aunque después no
vuelvas a saber de ellos pero acallando tu conciencia de que tú ya lo has
intentado y que la próxima vez será. Pero la realidad es que la cuenta
corriente va menguando y la sensación de “complejo de Cenicienta” por estar
todo el día en casa haciendo tareas del hogar va in crescendo hasta límites
inaguantables. Aunque sinceramente yo no soy muy Cenicienta porque si vierais
como andan a sus anchas las bolas de pelusa allá donde mire…
Pero dejemos ya al lunes
tranquilo que total ya hemos pasado mediodía y ya le falta menos para que
acabe.
Ayer os contaba acerca
del hecho de que mi vida se rige por unas pautas que no son las convencionales.
Y es raro que no haya acabado siendo un prototipo más del que reniego. Pues
siempre me educaron con mano dura tanto en casa como en el colegio. Mis padres
no me dejaban pasar ni una y mi madre me vestía como a una princesita de cuento
de hadas. Ya sabéis, vestiditos con lazo, zapatos de charol lustrosos,
calcetines bordados, coletas de caballo, trenzas y todo eso. Y, ¡¡pobre de mí
que me despeinara o echara a perder el vestido o los zapatos ensuciándome como
cualquier niño normal que se tiraba por el suelo para jugar con las canicas,
saltar a la comba o hacer “pasteles” con barro!! Era como los maniquís de las
tiendas.
¡¡Y colegio fue peor!! De
los tres a los cinco años fui a una escuela de monjas. No haré más comentarios.
Ahí lo dejo. Y después me pasé doce años en un colegio privado que, aunque me
dio una muy buena base educativa, para mi gusto fomentaban demasiado la
competitividad entre sus alumnos y los profesores eran como tus segundos
padres. Como si no tuvieras suficiente con los tuyos… Y después vino la etapa
universitaria donde las amigas que hice también seguían el patrón estudiar para
llegar a ser alguien en la vida, casarse y tener hijos.
Pero yo ya despuntaba
maneras de pequeña. Por muy controlada que estaba mi vida por mis padres y la
escuela, mi cabeza estaba en otro sitio y mi imaginación era desbordante. Eso
me ayudo a escapar de lo convencional y me transformó en una niña un poco
rarita frente a las demás. Me encantaba la Bruja Avería, sentía pasión por todo
lo mágico y siniestro (ninfas, hadas, brujas, vampiros, fantasmas…) y me
encantaban las canciones del género rock. Podría haber sido una princesita como
mi madre quería, pero una princesita gótica. Una especie de Avril Lavigne o Amy
Lee de Evanescence adelantada a su tiempo.
¡¡Y lo conseguí!! Con el
tiempo, en la adolescencia, pude experimentar y coquetear con toda clase de
estilos. Des del look hippie pasando por el heavy y el más melancólico gótico.
Fue una etapa estupenda en la que la chica que empezaba a hacerse mayor por fin
dejo de sentirse rara y disfrutó todo lo que pudo de la experiencia.
Mmmmm… El hambre empieza
a apretar así que vamos a ver que hay de comer y luego quizá le demos más caña
al teclado.
Enjoy your meal ;)
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