Estos días leyendo, viendo la
televisión y alguna película no he podido evitar fijarme en algo que echo de
menos en mi vida y que quizá sea de las pocas cosas que envidio de otra gente.
Tener un hermano o hermana con el que compartir un verdadero amor fraternal.
Ese que podemos ver en series como Cinco Hermanos, las series de Disney
Channel, en Los Simpson o incluso en Vampire’s Diaries donde a pesar de estar
enamorados de la misma chica, ambos hermanos se tienen presentes el uno al otro
por encima de todas las cosas.
Me gustaría tener esas relaciones
rocambolescas al estilo familia Walker: hermanos republicanos y demócratas,
heteros y gays, fieles e infieles que por muy diferentes que sean entre ellos y
las vidas que han escogido, se respetan los unos a los otros y siempre están
ahí cuando los necesitas.
Yo fui hija única durante seis años y
al ver que mis primos tenían un hermanito o hermanita con quién jugar cuando
volvíamos cada uno a casa después de haber pasado la tarde en casa de nuestra
abuela, no paré de insistir a mis padres para tener uno yo también. ¡Qué
presión debieron soportar los pobres! Quizá ellos ya estaban bien conmigo sola
y más en una edad en que ya era autosuficiente como para empezar de nuevo con
un embarazo, el parto y más cambios de pañales y noches en vela. Pero el caso
es que tuve un hermanito y cuidé de él durante años. Compartíamos habitación, nos
dormíamos cogidos de la mano, sacaba la cara por él en el colegio, limpié
lágrimas, mocos y vómitos cuando se mareaba en el trayecto en autobús a la
escuela… En fin, representaba mi papel de hermana mayor y lo hacía encantada.
Pero con el paso de los años todo cambió. Yo seguí siendo la chica atolondrada,
loca y divertida y él se volvió un muro imposible de penetrar. Cerrado en sí
mismo y asegurando que sentía vergüenza de su hermana. Se acabó todo. Pasamos a
las discusiones, los gritos y la falta de respeto hasta que me independicé y
ahora tenemos lo que se puede llamar una relación “políticamente correcta”.
Cenas en familia por Navidad o alguna
comida con nuestros padres y poca cosa más. Ni llamadas ni correos
electrónicos. Solo un whatsapp de vez en cuando con alguna finalidad práctica
más que emotiva.
Es triste. Más cuando llegas a una edad
en que los amigos verdaderos se pueden contar con los dedos de una mano y ya
has perdido la esperanza de que solo fuera una etapa debido a la diferencia de
edad.
Por eso cuando la gente habla de lazos
de sangre o genética me muestro tan escéptica. Porque los dos recibimos la
misma educación en el mismo entorno (padres, colegio y universidad), si bien es
verdad que por ser chico e ir cambiando las normas de la sociedad cuando yo ya
había pasado por ciertas experiencias con mucha anterioridad, él lo tuviera más
fácil. No, no es ningún tópico. Realmente fue así. Yo por ser chica estuve
mucho más controlada y tuve que aprender las tareas domésticas obligatoriamente
mientras él se escaqueaba.
¿Pudo tener algo que ver esto en
nuestro distanciamiento posterior? No lo sé o no lo creo. Por desgracia este
patrón se daba en muchos hogares españoles y la relación entre hermanos podía
seguir siendo cordial.
Sí, me molesta y entristece no tener un
hermano/a que, pese a mis rarezas, me quiera tal como soy y podamos disfrutar
de nuestra compañía sin prejuicios porque al fin y al cabo el vínculo que nos
une es más fuerte que las decisiones que cada uno haya podido tomar para trazar
su camino.
Bastante cansado es pasar de todo y de
todos los que nos juzgan sin conocernos como para ir dando explicaciones
también a la familia. Si sangre de tu sangre, si esa persona por la que hiciste
tanto no te acepta tal como eres, poco me importa lo que piensen los demás.
Pero volviendo al principio, eso no
quita que tenga la sensación de que me estoy perdiendo algo. Llamadas o
mensajes quejándonos por lo que aún se preocupa nuestra madre por nosotros;
bromas que solo se pueden entender de unas vacaciones, una travesura cuando
éramos pequeños; confesiones, secretos, un abrazo o un mensaje de ánimo. Porque
si bien es cierto que los amigos se escogen y la familia no, eso no quita que
uno no desee tener una relación más afectiva con los suyos, más cuando una
siempre ha dejado las puertas abiertas y sigue esperando que algún día se
produzca el cambio antes de que sea demasiado tarde.
Así que a los que tenéis hermanos o
hermanas, o ambos, y mantenéis una relación más allá de la amistad, atesorad esos
momentos y disfrutadlos al máximo por los que no podemos.
¡Nos leemos en el próximo post!
Pues es una pena porque yo tengo una relación estupenda con mis hermanos. Son lo mejor que hay en mi vida, junto con mis dos chicos, mi pareja y mi hijo.
ResponderEliminarBesos :*
Pues es una pena porque yo tengo una relación estupenda con mis hermanos. Son lo mejor que hay en mi vida, junto con mis dos chicos, mi pareja y mi hijo.
ResponderEliminarBesos :*
Eres afortunada Anabel. Yo doy gracias de tener a mi pareja y mi peludito en mi vida. Sin ellos no sé lo que haría porque simplemente no me puedo imaginar un mundo en el que no existieran. Pero echo de menos tener a mi hermano a mi lado.
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