lunes, 23 de marzo de 2015

Con "mono" de sol y montaña

Otro día gris, con viento y posibilidad de lluvia. Y para colmo, lunes. El pasado año acuñamos el término "veroño" porque el verano se alargó demasiado. Quizá vaya siendo hora de hacer lo mismo con el invierno y la primavera.

Con las ganas que tenía de que llegara el buen tiempo para volver a hacer senderismo o trekking con la familia - mi pareja, mi mascota y yo-.

                         

Y os lo dice alguien que es y ha sido un desastre a la hora de hacer ejercicio físico. Ya sabéis, la típica chica alta y desgarbada que lo pasaba fatal en las clases de gimnasia porque era patosa a más no poder. Me ahogaba y me daba flato con solo correr un poco; le tenía pánico al potro, plington o cualquier elemento de tortura que pudiese haber en el gimnasio y destestaba el uniforme que nos hacían poner. Parecíamos presos más que chic@s en clase de educación física. Y lo que me daba más rabia aún era que, por ser alta, daban por hecho que tenía que ser buena en deportes como el baloncesto o el handbol. Pues no.

A mí el único deporte que me llegó a gustar y en el que fui buena fue el voleibol. ¡Lo daba todo! Me encantaba practiar el saque; pensar estrategias; y darle con fuerza al balón por encima de la red. Ahí mi altura sí que era una ventaja.
Pero lo de correr para calentar ya era harina de otro costal. A la mínima que podía aflojaba el ritmo y me ponía a caminar y cuando el profesor de gimnasia miraba me ponía a correr de nuevo como si nada. ¡Ja, ja! Era divertido. En cuanto sonaba el silbato, me ponía a correr con mis compañeras dándolo todo; el profe se giraba o se distraía un momento y cambiaba el trote por caminar; y a la que volvía a estar pendiente de nosotras, vuelta a correr. Y así en todas las clases. Me apuesto lo que queráis a que más de un@ de vosotr@s también lo hicisteis.

Caminar o hacer senderismo es diferente.  No tengo problema en pasar del metro y del autobús para caminar varias manzanas en la ciudad -siempre que el tiempo acompañe-. Así que en la montaña es aún mejor. Desde que te calzas las botas hasta que consigues llegar a tu destino es una experiencia única e irrepetible. Más aún si eres como yo y te vas parando cada dos por tres porque te llama la atención una planta, una flor o te ha parecido oír algo entre las hojas de los árboles y alzas la cabeza con la esperanza de ver una ardilla o algún pájaro raro.
Aunque al principio no es todo tan bonito. Tengo un cardio que deja mucho que desear y sé que la culpa la tengo yo por no moverme más. Así que los primeros momentos de camino, más si hay que salvar un buen desnivel, mi cuerpo alucina de la caña que le estoy dando y eso se traduce en una respiración súper acelerada que acaba con cualquier posibilidad de que algún animalillo se acerque temiéndose encontrarse de Darth Vader y el corazón martillea tan rápido y fuerte que parece que vaya a escupirlo por la boca. En fin, una imagen poco recomendable de ver para los demás senderistas que se cruzan en mi camino. Pero una vez pasada esa etapa de "voy a pedecer aquí mismo", mi respiración se normaliza y se acompasa con los latidos de mi corazón y camino, camino y camino hasta donde me había propuesto. Con mis paradas pertinentes a observar todo lo que me rodea y tomar enormes bocanadas de aire fresco. Entonces ya puedo disfrutar de la compañía, el ruido de la suela de mis botas al crujir con las hojas y ramas, las voces a lo lejos de alguna familia que también ha salido a disfrutar de un día al aire libre y cómo disfruta mi mascota oliendo aquí y allá buscando alguna presa, nuevos olores, moviendo la cola sin parar y con una sonrisa y un brillo en sus ojos que no tiene precio y que se contagia rápidamente y hace que pueda relajarme por completo.


Porque al fin y al cabo eso es lo que busco en la montaña. Tranquilidad, estar a solas con mis pensamientos mientras llevo al límite mi cuerpo con cada paso, sentirme parte de lo que me rodea y dejar que las energías negativas que arrastro de la ajetreada vida en ciudad y de las personas "tóxicas" que me rodean en el día a día, se alejen de mí con el viento y solo quede calma tras unas respiraciones con la cabeza elevada al cielo en algún claro donde las ramas de los árboles no te impidan ver y vaciar la mochila para hacer frente de nuevo a lo que vendrá una vez bajes de nuevo la montaña.

Así que , por favor, que salga el sol y podamos disfrutar más de momentos al aire libre para poder mantener una buena salud mental y física.

¡Ah! Y no olvidéis que no solo necesitamos protector solar en la playa y la piscina. Sed responsables y proteged vuestra piel en todas las actividades al exterior.

Nos leemos en el próximo post. Mientras, a leer mucho ;)

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