Soy
atea. No he encontrado ninguna religión lo suficientemente convincente con la
que me sienta identificada y me de la paz que necesito para afrontar el día a
día. Estoy bautizada e hice la primera comunión como establece la religión
católica cristiana. Pero fue una decisión que tomaron mi abuela y mis padres.
En edad adulta he renegado siempre de esta condición. Es por eso que decidí
casarme por lo civil en vez de por la iglesia.
Pero
hay conceptos como el alma, los ángeles, el karma… en los que creo pero con una
interpretación diferente y libre -o no contaminada- de su procedencia original
siempre condicionada por alguna religión o dogma.
Soy una
chica muy sensible y al mismo tiempo gran amante de la naturaleza. Desde
pequeña, por ejemplo, he tenido debilidad y fascinación por la Luna. Me gustaba
verla de noche y pensar que velaba por mí. Creo en la energía y la sabiduría
que desprende la natura y el cosmos. En su forma más primigenia, imperfecta y
con la que hemos de convivir constantemente.
Mi
opinión es que estamos dotados de alma, un alma que absorbe, de una manera
parecida al cerebro, nuestros valores, conocimiento y pensamientos que después
mostramos a los demás con nuestros actos. Y, al igual que estos conocimientos,
pensamientos y valores pueden cambiar según vamos haciendo camino hacia la
madurez y la muerte, el alma también cambia añadiendo nuestros sentimientos y
aquellas emociones (positivas o negativas) que quizá no hemos querido mostrar a
los demás por miedo, recelo o cualquier otro motivo. Aunque creo que los
sentimientos y las emociones han de mostrarse siempre. Si más no con nuestra
pareja, padres y hermanos, abuelos o amig@s que siempre han estado a nuestro
lado. Porque ello nos puede llevar a un diálogo muy interesante donde cada una
de esas personas nos puede ofrecer un conocimiento mayor de nostra@s mismos e
incluso si lo hacemos de una manera muy próxima e íntima conseguiremos mejorar
nuestras relaciones. Siempre y cuando esta persona está de acuerdo en jugar
nuestras mismas cartas y no nos encontremos ante una persona “contaminada o
tóxica”.
Desafortunadamente
he encontrado mucha gente así a lo largo de mi vida –en la escuela, el
instituto, la universidad y en el trabajo-. Para mí son personas que absorben
nuestra energía y contaminan nuestra alma. Es decir, yo intento apreciar y
absorber la energía que desprende el sol sentada en una terraza mientras leo,
escribo o hablo con alguien; gozo del esfuerzo que supone subir una montaña o
caminar un largo sendero; el agua fría y en calma de un lago; la variedad de
colores que ofrece un bosque en su follaje; o la tranquilidad de la Luna y las
estrellas en la oscuridad y el silencio
de la noche. O el amor incondicional de los animales como el de mi mascota.
Pero
basta para que se nos acerque una persona “contaminada” para que estas buenas y
sanas emociones que queremos retener en nuestro cerebro y nuestra alma caigan
como un castillo de naipes. Quizá no somos conscientes de lo que hacen pero sus
palabras y actos son lo suficientemente fuertes para hacernos perder toda la
seguridad y autoestima que habíamos conseguido hasta ahora.
Así que
es bueno saber a quién tenemos a nuestro lado y valorar hasta que punto debemos
permitir que se involucre en nuestra vida. Es más, en ocasiones y siempre que
se pueda, es recomendable dejarlos ir por mucho que nos cueste – puede ser una
persona que conocemos desde hace muchos años o un familiar muy cercano- antes
que ennegrezca nuestra alma también.
Porque
cuando se van eso es lo que queda. El recuerdo de nuestros actos y si hemos
actuado en consecuencia con aquello o aquellos con los que hemos vivido y
compartido experiencias. Y es aquí donde aparecen mis conceptos de Karma y Ángel.
Primero,
saber si hemos actuado intentando ser correctos sin herir a nadie. Aunque en
ocasiones por muy buenas que sean nuestras intenciones el resultado final no
sea el que esperábamos. Pero al menos tendremos calma y la certeza que nuestros
propósitos eran nobles. Y, muy importante, habremos aprendido a no caer la
próxima vez o ser más precavidos. KARMA
Segundo,
una persona que en vida ha vivido en paz consigo misma; ha sabido valorar las
pequeñas cosas y momentos que le daba la vida y ha respetado la naturaleza,
puede transformarse en energía positiva que rodea a los que ha dejado atrás con
su muerte formando parte de esta misma natura. Un buen recuerdo que nos calma o
nos hace reír cuando lo necesitamos; un objeto con el que identificamos a esa
persona que nos dejó. ÁNGEL
Así el
Sol, la Luna, un paisaje, una canción, un libro, una película, unas palabras
dichas con sentimiento y honradez, o la persona que nos acompaña pese a todos
nuestros defectos, puede ser nuestro ángel.
Os dejo
unas citas para reflexionar sobre el tema:
“Inteligente
es aquel que sabe donde quiere ir, y más inteligente aún el que sabe dónde ya
no tiene que volver.”
“Cuando
se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos dado poder sobre nosotros.”
Herman Hessse
“La
razón puede advertirnos sobre lo que conviene evitar; solo el corazón nos dice
lo que es preciso saber.” Joseph Joubert
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